Luna arbórea, año imperial 731 Nuestra flota zarpó de Brigid sin incidentes. El mar en calma nos permitió avistar pronto los territorios de Dagda. Más allá de una playa de arena extraordinariamente blanca, se alzaban bosques densos e inquietantes. Nuestros datos señalaban que cerca había un asentamiento, pero no vimos ni rastro de gente ni de barcos, y tampoco estructura alguna. Sopesamos si virar el timón hacia el norte o hacia el sur...
De repente, nos sorprendió una lluvia de flechas. El enemigo nos disparaba de entre los árboles. El ataque nos pilló desprevenidos, y muchos soldados cayeron. Levanté el escudo a toda velocidad. Nos dimos cuenta enseguida de que el número de flechas y su intensidad eran reducidos. El ejército de Dagda había perdido numerosos efectivos en Mach y luego en Brigid. Disponían de fuerza suficiente para defenderse, pero quizá iba a costarnos menos de lo que pensábamos...
La tercera flota, liderada por el hijo del vizconde de Hymir, cayó en la trampa enemiga y fue arrastrada hasta una ensenada. ¿Cómo no se dio cuenta? Habíamos intentado virar en el extremo este del cabo, pero oteamos la costa al sur en medio de la niebla. Sin destino posible, nuestros barcos se escoraron los unos hacia los otros. La embarcación principal zozobraba y, al parecer, había encallado. Delante de nuestros propios ojos, estos camaradas...
El mar entero ardía. ¿Qué clase de brujería era esa? Las llamas parecían una inmensa serpiente que chupaba con la lengua nuestros barcos. La flota enemiga nos rodeó en mar abierto. Si no conseguíamos escapar, ninguno volveríamos a casa con vida. Aunque pensar en la reacción del Emperador ante nuestra derrota nos hacía plantearnos la opción de morir allí. Pero no renunciaríamos a nuestro orgullo...
Brigid nos ha atacado y ha hundido la mitad de nuestros barcos, que intentaban echar amarres en su puerto. Me temo que nuestra única opción es huir. Brigid solo nos apoyó tras las derrotas de Dagda. Ahora que las tornas han cambiado, vuelven a apostar por Dagda. Isleños salvajes. Su rey nunca tuvo la intención de cumplir con nuestro acuerdo. No tendríamos que haber...
Ya alcanzo a ver los territorios de Nuvelle. Vivimos para contarlo. Regresamos con menos de la décima parte de los barcos con los que partimos de Ginnung. Ha sido una derrota apabullante. Además, hemos perdido un aliado: Brigid. Los dagdanos son implacables. Bailan por los aires y prenden fuego al mar. Festejan en el bosque y, un instante después, te muestran sus colmillos. ¿Qué son?