- ¡Ja! ¡Kia! ¡Aaah!
- ¡Ja! ¡Aaah!
- ¡Uf! Sigo sin poder ganar.
- Empatar con el todopoderoso Rey de la Lucha
[cdb]no es un mal resultado.
- Después de todo, estás en desventaja
[cdb]por la diferencia de tamaño que hay entre nosotros.
- Vale, pero ¿no estás tú en desventaja
[cdb]por nuestra diferencia de edad?
- Eh, que no soy tan viejo.
- ¡Y yo no soy tan pequeño!
- He crecido mucho en los últimos dos años,
[cdb]dentro de poco te sacaré una cabeza de alto.
- A tu edad, no sé si ya habrás dado el último estirón.
Y yo soy muy alto.
- ¿Qué has dicho?
- Oh, ¿quieres más leña? Vamos allá.
- Otra vez... no he ganado...
- Otro empate... No sabes... cuándo rendirte...
- No conseguiremos nada luchando a puñetazos.
- Sí, tienes razón. Estoy prácticamente agotado.
- ¿Y qué hacemos ahora?
- Lo mejor sería encontrar algo
[cdb]en lo que podamos competir como iguales.
- Por supuesto. Aparte de los puñetazos,
[cdb]se me ocurre el dinero, las mujeres...
- ¿Cómo vas a competir con dinero?
No haces más que quejarte de que estás a dos velas.
- ¿Y qué es eso de competir con mujeres?
No tiene sentido.
- A no ser que quieras que nos vistamos
[cdb]con ropas de mujer y compitamos
[cdb]para ver a quién le quedan mejor.
- No lo entiendes, ¿verdad?
- ¡Déjalo, qué molesto eres!
Además, he recuperado la energía con este descanso...
- ¡Levanta esos puños! ¡Vamos a pelear!
- Espero que no se te vaya la fuerza por la boca.
- ¡Aaah!
- ¡Jaaa!