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A pesar de su éxito en la defensa de Arianrhod, Edelgard constata que le es imposible contener los frentes oriental y occidental al mismo tiempo, así que se detiene para sopesar sus opciones.
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En una suerte de cambio de posiciones, manda al conde de Bergliez al frente del Reino y dirige a sus fuerzas a la capital imperial, Enbarr.
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