- Mis disculpas, Felix.
¿Estoy interrumpiendo tu trabajo?
- No, acabo de terminar. ¿Qué necesitas?
- He cogido esto de la plaza de armas.
Creo que podría ser tuyo.
- Ah, es la espuela de mi hermano.
Pensaba que la había perdido.
- He ido preguntando a todos los caballeros a quién
[cdb]le pertenecía. Parecía importante con el...
emblema real.
- Deberías tener más cuidado con ella.
¿No la recibió Glenn como regalo del antiguo rey?
- Sí.
- ¡Pero hazme caso!
- Me sorprende, no te tenía por el tipo de persona
[cdb]que guardase consigo un recuerdo así.
- Supongo que pensé que podría ser útil algún día.
- Lo que tú digas.
Solo asegúrate de no volver a perderla.
- Ingrid... espera.
- ¿Sí?
- Debería ser tuya.
- ¿Disculpa?
- Por supuesto que no.
Nunca podría aceptar algo tan valioso.
- Cuando mi hermano fue nombrado por el Rey,
¿quién crees que fue la primera persona
[cdb]a la que se lo dijo?
- No fue a mi padre, sino a ti. Cógela.
- Pero...
- Si quieres saber la verdad, siempre había pensado
[cdb]en dártela a ti, pero nunca encontraba el momento
[cdb]adecuado.
- Bueno, si insistes... entonces acepto. Gracias, Felix.
- Pero no te hagas ideas equivocadas.
- No lo hago para que caigas en una espiral de pena.
- Ah, soy muy consciente. Sé muy bien
[cdb]cuánto detestas las muestras de sensiblería.
- Debería ir yéndome. Debo acudir a una reunión.
Adiós, Felix.