- Grr...
- ¡Lorenz! Me alegro de que hayas despertado.
- Estoy en... la enfermería.
Veo que has estado cuidando de mí... ¡Grr!
- Por favor, ¡no debes levantarte!
- Han dicho que las heridas no son muy profundas.
Al parecer, lo peor ha sido el golpe en la cabeza...
- La profesora Manuela ha dicho que las heridas
[cdb]no son muy profundas. Al parecer, lo peor ha sido
[cdb]el golpe en la cabeza...
- Ya veo. Perdón por causar tanto problema.
- Y pensar que no he abandonado el campo de batalla
[cdb]cubierto de gloria sino desmayado...
- (...)
- ¿Qué ocurre, Marianne? Estoy perfectamente bien.
No tienes que preocuparte por mí.
- No...
- Es culpa mía que estés así.
- No deberías haberme salvado, Lorenz.
Ojalá hubiese resultado herida yo en tu lugar...
- Mmm.
- Debo de haber sufrido alucinaciones en la batalla.
- ¿Qué?
- Todo iba bien y, de repente, noté una mirada
[cdb]que me perforaba el alma en busca de ayuda.
- Me di la vuelta y ahí estabas. Sentí que ibas
[cdb]a pronunciar esas mismas palabras de auxilio.
- Pero parecía que la vista me engañaba.
- (...)
- Así que ya lo sabes: soy el único culpable
[cdb]de mis heridas.
- Di por hecho que me estabas pidiendo ayuda
[cdb]y corrí un riesgo para ofrecértela.
- ¡No, no es culpa tuya!
- En realidad, sí que estaba pidiendo ayuda.
- Disculpa si te molesto, Marianne.
- Pero ahora entiendo cómo te sientes. Y me alegra
[cdb]saber que no eran alucinaciones mías.
- Durante mucho tiempo me daba igual vivir o morir.
Sin embargo...
- Cuando te vi allí a mi lado, me di cuenta
[cdb]de que sí me importaba.
- Quería vivir.
- Pues eso está bien.
- Son instintos naturales. No hace falta justificarte
[cdb]ante ti misma ni ante nadie.
- Lorenz...
- Agradezco que te hayas sincerado conmigo,
Marianne. Sobreviviremos a esta guerra juntos.
- Lo haremos. Gracias.