- (...)
- Ah, eres Shammi.
- Oh, Hapi.
- Qué raro. No te tenía por devota.
- Bien, no lo soy.
- Eso pensaba. Entonces, ¿qué estás haciendo aquí?
- Buscando algo de paz y tranquilidad.
Este lugar parecía la mejor opción.
- Entiendo. ¿Te dejo en paz entonces?
- No, no te preocupes. Ya he tenido suficiente silencio.
- Tú tampoco pareces de las que rezan.
¿Qué te trae por aquí?
- Je, lo mismo que a ti, supongo.
Solo quería estar en un lugar tranquilo.
- Pero no me importa que estés aquí, Shammi.
- De acuerdo, entonces,
¿te molesta si te pregunto algo?
- Lo acabas de hacer. Je, es broma. Adelante.
- Se me acaba de ocurrir, pero, antes vivías
[cdb]en el Abismo, ¿no? Justo debajo de Garreg Mach.
- ¿Alguna vez viste una estatua o un altar pagano
[cdb]allí abajo?
- Aah, ¿te refieres a esa gran mole de metal
[cdb]con alas gigantes? Sí, es difícil no verla.
- Espera, ¿cómo es que conoces el Abismo?
¿Bajaste hasta allí cuando eras caballero?
- No, antes de eso. ¿Has oído hablar de la guerra
[cdb]de Dagda y Brigid?
- Cuando mi bando perdió ante el Imperio,
[cdb]me quedé tirada en Fódlan y, de algún modo,
[cdb]acabé en el Abismo.
- Poco después de instalarme allí, tuve problemas
[cdb]con alguien de la Iglesia.
- Por suerte, capté la atención de Rhea
[cdb]y me uní a los Caballeros de Seiros.
- Mmm, déjame adivinar. Entraste con Elfie, ¿verdad?
- Elfie... El nombre me resulta familiar,
[cdb]pero no estoy segura.
- Interesante. En fin, lo siento, te he interrumpido.
- No te preocupes. Volviendo a la estatua pagana,
[cdb]en realidad es una deidad dagdana.
- ¿De verdad? Tú eres de Dagda, ¿verdad?
- Sí. Creo que era el dios del destino.
Siempre me pregunté cómo había acabado ahí.
- Ni idea, llevará ahí una eternidad.
- Pues recuerdo que había una extranjera que siempre
[cdb]le rezaba. Y le rezaba de verdad. Debía de ser
[cdb]de Dagda también.
- Probablemente, pero por ahora seguirá siendo
[cdb]un misterio.
- Gracias, Hapi. ¿Hay algo que quieras preguntarme?
- ¿Qué, de verdad? Mmm, veamos...