- Oye, tengo que contarte una cosa.
- ¿Qué pasa, Raphael? Hoy pareces
[cdb]más contento que de costumbre.
- ¿Te has fijado últimamente en las caras
[cdb]de los soldados? ¿No los notas más motivados?
- Pues sí. Me preguntaba por qué será.
- Yo también sentía curiosidad, ¡así que les pregunté!
¿Y sabes qué me contestaron?
- Les han subido el sueldo.
- Van ganando la guerra.
- ¿Es porque ahora les pagan más?
El dinero siempre suele motivar bastante.
- Qué va. No todo el mundo lucha solo por dinero.
- Será que no puedo evitar verlo todo
[cdb]desde el punto de vista de un mercenario.
- ¿Es porque vamos ganando la guerra?
Las victorias siempre suben la moral de las tropas.
- No, ese no es el motivo en esta ocasión.
- ¡Todos han dicho que es por la comida!
- ¿Te refieres a que...?
- Sí, han estado comiendo los platos
[cdb]que pensamos juntos, con la carne ahumada
[cdb]y la comida podrida.
- Eh, ¿no te dije que no está «podrida»?
- El caso es que nuestro esfuerzo ha merecido la pena.
Y, modestia aparte, la comida está exquisita.
- ¿Verdad que sí? Podría comer esos platos
[cdb]una y otra vez sin cansarme.
- Entre los soldados también ha sido todo un éxito.
Ahora están deseando que llegue la hora de comer.
- Además, luchan mucho mejor en el frente.
- Me alegro de que estén tan contentos.
Así nuestro esfuerzo se ve recompensado.
- ¡Claro! La comida es importante para todos
[cdb]en cualquier momento y lugar.
- Sí. Cuando era mercenario engullía hasta las sobras
[cdb]con tal de tener el estómago lleno.
- Pero he cambiado. Sinceramente, creo que ahora
[cdb]me esfuerzo aún más porque espero con ganas
[cdb]la hora de la comida.
- Y no habría llegado hasta aquí sin tu ayuda,
Raphael. Gracias.
- Yo pensaba lo mismo, pero al revés.
Creo que ambos nos hemos ayudado.
- Guardé cada moneda de oro que conseguí para venir
[cdb]a la Academia de Oficiales y convertirme
[cdb]en caballero.
- Pero, cuando cerró, abrir la posada
[cdb]fue prácticamente mi única opción.
- Gestionar el negocio me ha valido para darme cuenta
[cdb]de muchas cosas importantes.
- Ahora lo tengo claro. Cuando acabe la guerra,
[cdb]haré lo que sea necesario para convertirme
[cdb]en el mejor posadero de todo Fódlan.
- Parece un buen plan. Aunque creo que tendrás
[cdb]que mejorar tu técnica culinaria si ese es tu objetivo.
- Sí, me imagino que tendré que formarme
[cdb]con un gran cocinero para conseguirlo.
- Ah, mientras tanto, ¡voy a crear un nuevo estilo
[cdb]de cocina! Uno que me permita también
[cdb]entrenar los músculos.
- ¿Y eso cómo se haría?
- No sé, no lo he inventado todavía. Sea como sea,
[cdb]ya tengo claro lo que quiero hacer con mi vida.
- Oye, ¿te apetece acompañarme en este proyecto?
Creo que tienes mucha maña para la cocina.
- Me parece bastante tentador.
- No debería hacer promesas que no puedo cumplir.
- Mmm... Me lo pensaré. Cuando menos te lo esperes
[cdb]puedo aparecer por tu posada si se me acaba
[cdb]el trabajo de mercenario.
- Te agradezco la oferta, pero creo que voy a rechazarla.
Quiero seguir siendo un mercenario.
- Vale, prefieres seguir trabajando a sueldo.
Bueno, me parece bien si es lo que te gusta.
- Más adelante recibirás una invitación de mi parte.
Tendrás que venir a verme para probar
[cdb]toda la comida podrida que pienso cocinar.
- En serio, deja de llamarlo comida podrida.
Y gracias. Me encantará visitarte, Raphael.