- (...)
- Eh, ¿Jeritza? ¿Qué pasa?
- Aquí tampoco está.
- Oye, espera. Si estás buscando a alguien,
[cdb]puedo ayudarte sin problema.
- Déjame en paz.
- Tan agradable como siempre. En serio, cuesta creer
[cdb]que Mercedes y tú seáis familia.
- Tan agradable como siempre. Supongo que no eras
[cdb]muy distinto cuando trabajabas de profesor.
- ¿Por qué no me dejas ayudarte? Pareces preocupado.
- ¿Cómo lo sabes?
- Tampoco es que lo escondas. Casi destrozas la puerta
[cdb]de la capilla...
- (...)
- Estoy buscando a alguien que está herida.
- ¿Eh? ¿Falta alguien en la enfermería?
Espera, ¡¿te refieres a un enemigo?!
- No, no. Pero ha huido en cuanto me ha visto.
- ¿Entonces por qué se ha ido corriendo? Ya entiendo.
¿Era Bernadetta?
- ¿Entonces por qué se ha ido corriendo?
¿Le has dicho algo y se ha molestado?
- No, no era ella. Pero busco a alguien que parecía
[cdb]asustada también por mi culpa.
- No sé. Seguro que la he asustado.
- A ver, no eres el tipo más simpático del mundo.
Tienes cierto aire de... asesino.
- Piensan que, si bajan la guardia contigo un segundo,
[cdb]será lo último que hagan.
- No es lo que pretendo.
- Lo sé, pero es probable que aun así asustes
[cdb]a alguien que sea un poco excitable.
- Hasta las bestias darían media vuelta y echarían
[cdb]a correr ante el Caballero Sanguinario.
- ¿Y qué propones que haga?
- A este paso no la voy a encontrar nunca.
- Darle un consejo.
- Ofrecerle tu ayuda.
- Tu principal problema es que siempre pareces estar
[cdb]de mal humor. ¿Y si intentas cambiar eso?
- Solo tienes que sonreír mientras estéis hablando.
Y, ante todo, que no parezca que vas a matarla.
- ¿Cuando hablemos? Qué interesante.
- ¿Por qué no me dejas ayudarte? Ya sabes, cuatro ojos
[cdb]ven más que dos, y todo eso. No conseguirá escapar
[cdb]si estamos los dos.
- Me fastidia que huya, sí. Pero tampoco necesito
[cdb]tu ayuda con esto.
- Estoy perdiendo el tiempo. Debo irme.
- ¡Espera, Jeritza! ¿De verdad va a estar bien?