- Oye, Bernadetta. Perdona por lo de antes.
- No, soy yo la que debería pedir perdón. ¡Lo siento!
- ¿Eh? No, soy yo el que quiero que me perdones.
¿No has oído mi disculpa?
- ¿Me perdonas si te perdono? ¡Entonces te perdono!
Ahora, por favor, déjame vivir tranquila...
- Después de lo que pasó,
[cdb]le pregunté a Edelgard qué debía hacer.
- Me dijo que no hiciese nada y que solo pidiese
[cdb]perdón. Así que voy a ver qué puedo darte
[cdb]para arreglar las cosas.
- N-no, ¡no necesito nada! Vaya, se ha ido.
Tengo un mal presentimiento...
- ¡Mira, Bernadetta!
Te he traído todos tus platos favoritos.
- Eh, gracias... Pero, eh, creo que aquí hay comida
[cdb]como para diez personas, así que...
- La comida es la base sobre la que se construye
[cdb]tu cuerpo. Si entrenas el triple, tienes que comer
[cdb]tres veces más. Es ciencia pura y dura.
- Y no te preocupes. Si no puedes comértelo todo,
[cdb]estaré encantado de zamparme el resto. Ja, ja.
- Vale, pero no puedo entrenar tres veces más y,
[cdb]aunque lo hiciese, seguro que no podría comer
[cdb]el triple...
- ¡Mira, Bernadetta! He cambiado tu arco
[cdb]de entrenamiento por uno extrafuerte.
- Ah, y no te preocupes,
[cdb]no interferiré con tu entrenamiento.
He aprendido la lección.
- ¡Vaya! Sí que parece fuerte. Vamos a... ¡Uf!
- ¡Oh, venga ya! No puedo ni tirar de la cuerda.
¿Cómo se supone que voy a entrenar con esto?
- Eh, ¿Caspar?
- Hola, Bernadetta. ¿Qué pasa?
- Escucha, quería hablarte
[cdb]de todo lo que estás haciendo para disculparte.
- ¿Ah, sí? Oye, ¿qué tal te va con el adiestramiento?
- ¡Fatal! Así que, te lo ruego, deja de hacerme favores.
- ¿Qué? Pero si moderé el entrenamiento
[cdb]para que fuese mucho más fácil que el mío.
- ¿Que lo moderaste?
¡¿Pero qué tipo de entrenamiento haces?!
- Pues, para empezar,
[cdb]entreno quince veces más que nadie.
- Pero claro, no tengo quince veces más tiempo
[cdb]disponible. Así que, en vez de eso, entreno el triple
[cdb]pero cinco veces más rápido.
- Y hablando de comida, normalmente
[cdb]tengo que engullir seis veces más que los demás
[cdb]por lo hambriento que me deja el adiestramiento.
- Vale, no eres humano.
- Oh, y cuando entreno con el arco, uso uno
[cdb]con una cuerda cinco veces más tensa de lo normal.
- Que sí, que ya lo entiendo.
Tu entrenamiento es ridículo.
- ¿Pero cómo que es ridículo?
Lo ideó mi padre, y él es el ministro de Guerra.
- Pues si él es el listón que te has marcado,
[cdb]no me extraña que tu entrenamiento sea así.
- Vaya. Nunca pensé que mi padre se hubiese vuelto
[cdb]tan fuerte gracias a lo inusual que es
[cdb]su régimen de entrenamiento.
- Bueno, no sé nada acerca de eso,
[cdb]pero tu rutina no es normal.
- Pues llevo haciendo lo mismo
[cdb]desde que era un crío...
- Sí, eso lo explica todo. En fin, buena suerte.