- (...)
- Parece que alguien se me ha adelantado.
Hola, Jeritza.
- (...)
- Sabes que estamos en el mismo bando, ¿no?
Al menos podrías saludarme.
- Supongo.
- Tan charlatán como siempre.
Asumo que estás aquí para entrenar.
- Sí.
- Vaya, no me digas. Bueno, este es tan buen momento
[cdb]como cualquier otro. ¿Qué te parece si nos batimos
[cdb]en duelo?
- Llevo deseando cruzar aceros contigo
[cdb]desde que estábamos en Garreg Mach.
- Nunca tuvimos la oportunidad de soltarnos y luchar.
- Al parecer, la forma en la que alguien blande
[cdb]su espada dice mucho sobre quién es.
Así que a ver, enséñamela.
- Muy bien. Desenvaina.
- ¡Yaah!
- ¡Mmpf!
- ¡Ja! ¡No se te da tan mal!
- (...)
- ¿Qué? ¿Ya has terminado?
Justo cuando la cosa se ponía interesante.
- Esto no acabará hasta que uno de nosotros muera.
- No tengo motivos para enfrentarme a ti.
No me importa cuándo acabará mi vida.
- Pero tú... no quieres matar a un aliado.
- Así es.
- Si acabo contigo ahora, no podré mirar a la cara
[cdb]a tu hermana.
- Habrá que dejar la pelea de verdad
[cdb]para otro momento. Dejemos esta en empate. Je.
- ¿Mm?
- Perdón. Es que me alegro de que fueras
[cdb]más fuerte de lo que esperaba.
- Ahora ya sé por qué eras el instructor de armas.
Tendrás que enseñarme algo la próxima vez,
«profesor».
- No me interesa el humor.
- Es una manía, ¿qué le voy a hacer?
- No todos los días puedo enfrentarme a alguien
[cdb]tan bueno como tú. Espero con ansias nuestra próxima
[cdb]pelea... siempre que no sea a muerte.
- En fin, dejémoslo por hoy. Gracias, Jeritza.
- (...)