- ¿Hay alguien aquí?
- ¡Ah, Hilda! ¡Perfecto!
- Sí, aquí estoy. ¿Qué necesitas?
- Estaba pensando en otra sesión de entrenamiento,
[cdb]pero necesito a alguien que me acompañe.
- ¡Y aquí estás tú! ¿Qué me dices?
- ¿Qué? ¡Pero si es muy tarde!
- Sí, es que se me ha ocurrido un movimiento fantástico
[cdb]y necesito probarlo o no seré capaz de dormir hoy.
- Sí, pero ya me he duchado
[cdb]y no quiero sudar y ensuciarme otra vez.
- Espera, ¿entonces eres tú?
- Hueles de maravilla.
- ¡Lo sé! Uso aceites de flores.
- Tengo muchos diferentes. Los mezclo y combino
[cdb]según la situación o... ya sabes, mi humor.
- Vaya. Impresionante.
- Supongo que te preguntarás por qué me tomo
[cdb]tantas molestias. A ver, oler bien es muy importante.
- Percibir un aroma agradable puede
[cdb]alegrarle el día entero a una persona.
- Lo entiendo, pero... creo que a mí eso no me va.
- Siempre estoy entrenando, cazando o algo parecido.
El sudor constante lo echaría a perder seguro.
- Por eso mismo deberías usar perfumes florales.
Así olerías como un ramo de flores agradable
[cdb]y no como un criador de cerdos.
- A ver, ya eres muy mona, pero serías la chica ideal
[cdb]si te animaras a probar esto.
- Piensas que soy... ¿mona? Nadie me había dicho eso
[cdb]antes... ni nada remotamente parecido, la verdad.
- ¿Sabes qué? ¡Vamos a probar!
- Ven a mi tienda... ahí guardo todo el material.
- Yo... no creo que esto sea para mí.
- Ay, no seas tonta. Es para ti sin duda alguna.
- No. Además... debo ir a entrenar ese movimiento.
- Qué pena. Bueno, mañana vuelvo y te acicalo, ¿vale?
Ay, ¡qué emoción!
- Espera, creo que no he dicho que sí a nada.
- Da igual. Me voy. Adiós.
- Sí. Con un poquito de esfuerzo se convertirá
[cdb]en la chica ideal.