- ¿No te resulta increíble, Gwendal? ¡El ejército
[cdb]imperial no llega y parece que llevamos décadas aquí!
- ¿En qué estará pensando la Emperatriz?
¡Prometió protegernos!
- Tranquilízate, mi señor. Vendrán.
- Nos llega información de que se está formando
[cdb]un ejército numeroso al sur de Arianrhod.
- Acabarán con este asedio de un plumazo.
No me cabe duda.
- ¡Más les vale! Sus promesas me incitaron
[cdb]a traicionar al Reino en primera instancia.
- No lo hice solo para que la ira despiadada del rey
[cdb]de Faerghus arrasara con mis tierras.
- Estaremos a salvo en la Dama de Plata.
No se pliega ante ningún invasor.
- El vizconde de Elidure y el conde de Duval
[cdb]han enviado mensajes suplicando que me rinda
[cdb]por el bien de mi pueblo...
- Sí, quizá aún no sea tarde. Puedo atraer al ejército
[cdb]imperial, matarlos y pedir luego clemencia al Rey.
- ¡Mi señor!
- ¡Lonato, palurdo! ¡Todo esto es culpa
[cdb]de tu temeridad!
- No es momento de ser blandos, mi señor.
Cambiar de bando una segunda vez sería terrible.
- Una traición puede llegar a explicarse con una buena
[cdb]excusa, pero ¿y si pasa una segunda vez?
- Nos verán como a unas alimañas irresponsables.
- ¡Ahhh! ¿Entonces qué quieres que haga?
¡Dímelo, Gwendal!
- Da la orden, mi señor, y me encaminaré encantado
[cdb]a mi tumba. Esa no es tarea tuya.
- No obstante, a menos que hayas luchado con uñas
[cdb]y dientes por tu pueblo, no es posible rendirte
[cdb]con el honor intacto.
- Te ganarías el desprecio de la gente,
[cdb]igual que pasó con tus ancestros.
- ¡Cierto!... ¡Ja, ja! ¡Por supuesto!
No podemos olvidar que la sangre de los Rowe
[cdb]está manchada por la traición.
- Que así sea. Una veleta se debe mover según el viento
[cdb]y un traidor nato ha de concluir con su sedición.
- Sabias palabras, mi señor. Vuestro pueblo te agradecerá
[cdb]esta decisión.