- ¡Yo, yo! ¡Enséñame a cocinar a mí ahora!
- Muy bien. Te enseñaré una receta especial
[cdb]que les va a encantar a todos en la iglesia.
- Su majestad te está buscando, Mercedes.
- ¡Ah!
- ¡Cielos! ¿Qué es lo que ha pasado?
- Mis disculpas.
Tiendo a asustar a los niños y a los animales.
- Quizá sea mi imponente estatura,
[cdb]o quizá es porque soy duscuriano.
- Dudo que los animales sepan nada
[cdb]sobre la Tragedia de Duscur, Dedue.
- Sea como fuere, creo que sé cómo resolver
[cdb]este pequeño problema tuyo.
- ¿Sí?
- Mira, muchos de estos niños han perdido sus hogares
[cdb]y a sus familias. Tienden a ser un poco asustadizos.
- Y tú, un hombre corpulento pero además
[cdb]muy silencioso, eres una figura muy amenazadora.
- Así que debemos hacer que vean que no das miedo.
- ¿Y cómo hacemos eso?
- Vuelve mañana.
Para entonces lo tendré todo preparado.
- Mmm. Muy bien.
- Listo. Aquí tienes tu corona de flores.
- ¡Hala, señor!
¡Eres tan genial como la señorita Mercedes!
- ¡Sí, esta es la corona de flores más bonita que he visto!
- Es como una corona de la realeza.
¡Quiero otra para mí! ¡Porfi, porfi, porfi!
- Podría hacértela, aunque sería mejor aprender
[cdb]a hacerlas tú misma.
- Ay, pero mis coronas siempre parecen algo... caca.
- Todos pueden hacerlo con la práctica suficiente.
- Bueno, quizá no todos, pero si te resulta difícil,
[cdb]siempre puedes pedirle ayuda a un amigo.
- Vale, lo intentaré. Eh... ¿por dónde empiezo?
- Dobla el tallo y envuélvelo una vez, con cuidado.
- ¿Y bien? ¿Cómo ha ido?
Parecían bastante relajados contigo.
- Lo cierto es que sí, y te lo debo a ti.
- Solo presumí un poco de la magnífica
[cdb]corona de flores que me habías hecho.
- Qué astuta.
- ¡Por favor! Apenas hice nada.
Tu amabilidad ha sido la que se los ha ganado.
- Para amable tú, Mercedes. Gracias.
- ¡Señorita Mercedes! ¡Señor Dedue!
¡He avanzado mucho!
- ¡Ah, eso es maravilloso? ¿Me enseñarás a mí también
[cdb]a hacer una, señor Dedue?
- Sería un placer, señorita Mercedes.