- Interesante... Su majestad no ha querido tomar té
[cdb]hoy. Un poco raro, ¿no te parece?
- Creo que la última vez que pasó eso fue
[cdb]hace quince días. Por tanto, podemos afirmar
[cdb]que no consume esa bebida cuando...
- Oye, ¿me puedes recordar otra vez
[cdb]por qué estoy haciendo esto?
- ¿Qué sentido tiene apuntar todos estos datos?
¿Por qué no pasar tiempo con ella sin más?
- ¡No son datos!
Son las grandes hazañas de su majestad.
- Deben registrarse con precisión y conservarse
[cdb]en los anales de la historia del Imperio.
- No tengo tan claro que sus gustos sobre té
[cdb]sean «grandes hazañas».
- A nadie le va a hacer falta esa información nunca.
- ¿Y cómo te acuerdas de eso? A mí me cuesta
[cdb]recordar qué he desayunado esta mañana.
- ¡Je, je! Me acuerdo de todo lo que hace su majestad.
- De cada palabra que me ha dicho. Cada bocado
[cdb]que se ha comido, sin olvidarnos de dónde y cuándo
[cdb]ha sido.
- Cada suspiro que se le ha escapado de los labios.
Todos y cada uno de sus más queridos...
- Déjalo ya. Me está empezando a dar grima.
- ¿Por qué lo dices? Son datos sencillos
[cdb]que deben conservarse.
- Convencerla de que su comportamiento es raro.
- Pasar.
- Párate a pensarlo.
- ¿Has leído algún libro sobre la historia de Adrestia
[cdb]que enumere las veces que suspiró un emperador?
- Ningún historiador ha tenido tan buena memoria
[cdb]como yo ni ha sido capaz de llevar registros
[cdb]tan precisos. Hasta ahora.
- El único motivo de mi excelente memoria es
[cdb]garantizar que las grandes hazañas de su majestad
[cdb]se documenten como es debido.
- De acuerdo. Me has convencido.
- ¿Entonces lo entiendes? Es la única razón
[cdb]por la que dispongo de una memoria espectacular.
- Pero si tan buena es tu memoria, no hay motivo
[cdb]para que te ayude, ¿verdad?
- Ah, claro que sí. Su majestad confía mucho en ti.
- Suele conversar contigo y pasáis una cantidad
[cdb]de tiempo insoportable juntos.
- Por tanto, puedes obtener información que no podría
[cdb]verificar de otra forma.
- No hay nadie más cualificado que tú para ayudarme
[cdb]con esta tarea.
- Vale, de acuerdo. Entiendo que vas en serio con esto.
- No me importa echarte una mano cuando esté libre.
Parece que no hay nada malo en lo que haces...
para Edelgard, al menos.
- Hablas como un verdadero confidente de su majestad.
¡Qué seguridad tienes!
- No cabe duda de que su majestad confía cada día más
[cdb]en ti. Aunque resulte irritante.
- Por eso, ha llegado el momento de que te conceda
[cdb]un privilegio muy especial.
- Dejaré que dediques tu vida a su majestad,
[cdb]como señal de tu amor incondicional.
- Aceptar gustoso.
- Rechazar la oferta.
- Es todo un honor, supongo. ¿Eso significa
[cdb]que ya no estás celosa?
- Supongo que no. Seremos compañeros.
Nuestra misión es dar amor y afecto a su majestad.
- Vale, aunque no me haría muchas esperanzas
[cdb]si fuera tú. No tengo claro cómo le demostraría
[cdb]mi amor... ni si voy a querer hacerlo.
- ¿Por qué querría permiso para eso?
- La respuesta es sencilla. No hay mayor empresa
[cdb]en todo Fódlan que expresar el amor incondicional
[cdb]por su majestad.
- No sé. Se me ocurre alguna que otra cosa.
En fin, que eso de la «devoción» no es lo mío.
- Mmm, como quieras. Sin duda, sigues sin apreciar
[cdb]el encanto de su majestad en todo su esplendor.
- Sin embargo, tengo claro que entrarás en razón
[cdb]cuanto más me ayudes.
- Espero que algún día subas de rango y te conviertas
[cdb]en un auténtico admirador de su majestad.
- Eh... Sí, seguro.