- ¡Hola, Ignatz!
- ¡Eh, Raphael!
- Te he estado buscando por todas partes.
¿Tienes un segundo para hablar?
- Claro. Últimamente apenas hemos tenido tiempo
[cdb]para sentarnos y descansar entre tanta batalla.
- ¿A que sí? Parece que ya no nos vemos nunca
[cdb]y a mí me falta tiempo hasta para presumir
[cdb]de músculo.
- Me alegra comprobar que no has cambiado nada
[cdb]en estos dos últimos años.
- La Academia de Oficiales cerró de repente.
En ningún momento me imaginé que acabaríamos
[cdb]luchando juntos en un ejército.
- ¡Yo tampoco! Y, cuando me contaron que trabajabas
[cdb]para Lorenz como caballero, también me costó
[cdb]creérmelo.
- Si te soy sincero... No tenía otra opción.
Estoy en deuda con él y con su generosidad.
- Te entiendo. ¡No es tan mal tipo ese Lorenz!
- Pero Lorenz... murió en combate.
- Era buen persona. Eso no cambia
[cdb]aunque ya no esté entre nosotros.
- Es verdad. Cuéntame, Raphael. ¿Qué has estado
[cdb]haciendo estos dos últimos años?
- Me han dicho que tu familia abrió una posada.
- Ah, sí. Maya, mi abuelo y yo. Si te soy sincero,
[cdb]el negocio marcha bastante bien.
- Qué maravilla. ¿Y cómo le va a Maya?
- ¡Sigue siendo tan alegre como siempre!
Estaba bastante preocupada por ti.
Le escribiré una carta para contarle que estás bien.
- Seguro que tiene ganas de verte,
[cdb]igual que tú a ella, ¿no?
- Claro, me encantaría ir por allí y...
Pues sí, debería escribirle una carta.
- (...)
- ¿Qué pasa?
- La vida nunca nos sale como deseamos, ¿verdad?
- ¿Eh?
- Ah, nada. Estaba recordando mi infancia.
- Entonces pensaba que podía hacer
[cdb]lo que quisiera.
- ¿Qué quieres decir? Yo sigo creyendo lo mismo.
- ¿En serio?
- ¡Claro! Sé que entré en la Academia de Oficiales
[cdb]para ser caballero, pero esa opción ya está descartada.
- ¡Y mírame ahora! Quizá no sea un caballero,
[cdb]pero estoy luchando en una guerra.
- Solo tienes que proponerte un reto y serás capaz
[cdb]de todo para lograrlo. Confía en mí.
- Sí, creo que tienes razón. Gracias, Raphael.