- ¡Uf! ¡Ja!
- ¡Ah! ¡Kia!
- Creo que ya es suficiente por hoy.
Siempre me lo pones difícil, estoy sudando.
- Tú tampoco has aflojado el ritmo, Caspar.
Gracias.
- Ya sabes que nunca me negaré a entrenar contigo.
Avísame cuando quieras repetirlo.
- Oh, y la próxima vez deberíamos invitar a Raphael.
El tipo tiene unos músculos impresionantes.
- Lo tendré en cuenta. Me cuesta mucho encontrar
[cdb]compañeros de entrenamiento.
- No me sorprende. Dudo que la gente haga cola
[cdb]para partirle la cara a la Emperatriz.
- Tú no pareces tener problemas para intentar
[cdb]partirme la cara. A veces creo que intentas
[cdb]matarme.
- ¿Qué? ¡No!
Bueno, solo lo hago porque sé que puedes defenderte.
- Oye, no le digas nada a Hubert, ¿vale?
Si descubre que estamos peleando, me hará picadillo
[cdb]y tirará mis restos al río más cercano.
- Ya lo sabe. Le convencí de que necesito entrenar
[cdb]si quiero sobrevivir en el frente.
- Bueno, es un alivio. Pero... ¿por qué harías algo así?
Me refiero a luchar en primera fila.
- Eres una gran guerrera, pero el Imperio estaría
[cdb]en graves problemas si te sucediese algo.
- Y tampoco es que busques la gloria en el campo
[cdb]de batalla como yo. ¿No deberías quedarte atrás
[cdb]y darnos órdenes desde una colina distante?
- Parece que esta actitud va en contra
[cdb]de la racionalidad esa de la que siempre hablas.
- Caspar, ¿me estás dando una lección de sensatez?
Creo que estoy soñando.
- Pero sí, tienes razón. Esto no es del todo racional.
- ¿Ves? A veces utilizo la mollera.
- Eso no quiere decir que no tenga un motivo lógico.
- Mi presencia en el frente aumenta la moral
[cdb]y mi destreza mejora nuestras esperanzas de victoria.
- Mientras no caiga en combate, luchar en el campo
[cdb]de batalla es lo mejor que puedo hacer.
- Sí, vale. Entonces, ¿cuál es la parte no racional?
- La emocional. No soporto pensar que puedo estar
[cdb]a salvo mientras mis amigos y camaradas
[cdb]arriesgan la vida por nuestra causa.
- Soy yo quien os ordena que salgáis a arrebatar vidas
[cdb]a cambio de las vuestras.
- No parece justo que yo no haga lo mismo.
- Pero tú eres la emperatriz.
- Y yo digo que la emperatriz debería ayudar.
- Oye, que lo entiendo. Quieres mancharte las manos
[cdb]con nosotros para hacer tu parte, ¿no?
En eso nos parecemos bastante.
- Qué desagradable es esa sugerencia. Pero la aceptaré.
- Oh, ¡venga ya! Deberías estar contenta.
- Creía que no nos parecíamos en nada,
[cdb]pero resulta que tienes algo en común conmigo.
- ¿Sabes qué? Ni siquiera puedo imaginarte
[cdb]dándonos órdenes desde lejos.
- Se te da mejor comandarnos desde la propia refriega
[cdb]mientras envías algunos desgraciados por los aires.
- Si yo tengo algo en común contigo, tal vez sea hora
[cdb]de que tú tengas algo en común con otra persona.
- Puede que una persona con modales.
- Uf, odio esa palabra. No, gracias.
Todo eso de la cortesía solo sería un lastre para mí.