- Hubert, ¿has oído? Mi padre ha...
- Desaparecido, sí. Deberíamos haber matado
[cdb]a ese cobarde cuando tuvimos la ocasión.
- ¿Qué ha pasado con tu juramento solemne
[cdb]de no dejarle orquestar su regreso? ¡Bah!
Te dije que esto iba a pasar.
- Pensaba que tenías claro que buscaría la forma
[cdb]de salir airoso de ese aprieto. Así son los nobles.
Hasta que los aplastas, claro.
- No tengo argumentos para refutar tus palabras.
- Solo puedo decir que esperaba un trato justo
[cdb]para mi padre. Es su derecho como noble.
- Ahora es evidente que eso nunca sucederá.
- Podría fustigarte más, pero andamos justos de tiempo.
Debemos resolver este asunto, y rápido.
- Los Caballeros de Seiros nos atacaron con una furia
[cdb]que pocas veces he visto.
- Entre tanta confusión, hasta un oso
[cdb]podría haber escapado sin que nadie se enterase.
- No iría tan lejos como para llamarlos conspiradores,
[cdb]pero mi padre tenía muchos amigos en palacio.
- Algunos podrían haber hecho la vista gorda.
Hay que encontrarlos e interrogarlos.
- Cierto. Es una posibilidad. Aunque hay otra...
- A ver, ahora que hay un fugitivo por nuestra culpa,
[cdb]intento sacar partido de la situación.
- Este problema nos da la oportunidad
[cdb]de solucionar otro.
- Si estás empezando a tramar algo, Hubert,
[cdb]ocultarlo se te da bastante mal.
- No es de tu incumbencia. Todavía no.
En ningún caso.
- Vale. Maravilloso.
- Bueno, siempre que tu plan cuente con la aprobación
[cdb]de Edelgard y sirva para ayudar al Imperio,
[cdb]no pondré ninguna queja.
- Todo se sabrá a su debido momento.