- ¡Ja!
- Creo que nunca te he visto fallar ni una.
- Balthus. Últimamente entrenas mucho.
- No puedo dejar que la gente piense que solo valgo
[cdb]para beber y para pedir limosna, ¿no?
- El problema desaparecería si dejaras de hacer
[cdb]esas cosas.
- ¡Ja! No te guardas nada, ¿eh? Tus palabras
[cdb]me atraviesan el corazón como si fueran
[cdb]una de tus flechas.
- Casi me lo creo y todo.
- ¡Oye, lo decía en serio! Mi corazón tiene más agujeros
[cdb]que unas botas viejas.
- Pero eso solo fomenta mi atractivo
[cdb]si no dejo que se note, ¿no?
- No tengo nada que objetar a eso,
[cdb]suponiendo que sea verdad.
- ¿A que sí? Parece que por fin empiezas
[cdb]a ver mi lado bueno.
- Debo decir que por ahora los cumplidos
[cdb]solo han ido en una dirección.
- Eres dura, hábil, resuelta, una jugadora
[cdb]y bebedora excelente, sincera y también modesta.
- Eres tan perfecta... y yo aquí que no sé qué hacer
[cdb]con mi vida.
- Eso es cosa tuya. Tampoco es que haya mucho
[cdb]que pueda halagar por mi parte.
- Se te da fatal apostar o beber. Eres más cabezota
[cdb]que resuelto y, en lo que a ti respecta, es imposible
[cdb]distinguir realidad de ficción.
- Pero al menos puedo contar contigo en la batalla.
Eres un luchador hábil.
- ¿Eso es todo? ¿Hábil? ¡Ja! Qué seca.
- ¿Prefieres que mienta?
- No, de todas formas no sería propio de ti.
- Supongo que lo que dicen es cierto: las fortalezas
[cdb]de alguien solo son evidentes para los ojos
[cdb]de quien mira.
- Vaya, mira por dónde. Tendré que añadir
«a veces dice cosas seudointeligentes» a la evaluación.
- ¿No puedes darme un respiro y decir que soy listo?
- Si fuera verdad...
- ¡Eh, venga ya! Supongo que volvemos
[cdb]al punto de partida.
Espera y verás, ¡me ganaré tu respeto!
- Seguro que puedes hacer cualquier cosa
[cdb]que te propongas.
- Eso sí, no esperaré sentada.
- ¡Ja, ja, ja! Tú nunca cedes, ¿eh?
Siempre tienes que tener la última palabra.