- ¡Ah! ¡Ja! ¡Quia!
- Supongo que eso bastará por hoy.
- Qué gran manejo.
Eres la personificación del noble ideal:
[cdb]blandes la lanza y la pluma con el mismo aplomo.
- Hubert. Como siempre, apareces de la nada
[cdb]cuando menos me lo espero.
- Si insistes en aparecer en mitad de mi entrenamiento,
[cdb]no te quejes si acabas ensartado como un cerdo
[cdb]por error.
- Sí, durante estos ejercicios suelen ocurrir percances.
- Podrías matarme de una estocada ahora mismo
[cdb]y achacarlo a un mero accidente.
- Ya basta, Hubert. No me gustan tus chanzas.
- Aunque supongo que fui yo quien empezó hablando
[cdb]con frivolidad. Te pido disculpas.
- Nunca sé qué responderte cuando insistes
[cdb]en disculparte de forma tan seria.
- En fin, últimamente tu entrenamiento parece
[cdb]especialmente arduo.
- Tenía curiosidad por saber qué te ha incitado a esto
[cdb]y vine para investigarlo.
- Me parece de lo más obvio:
[cdb]nos aproximamos al punto álgido de la guerra.
- Por ese motivo debo concentrarme aún más
[cdb]y esforzarme enérgicamente para alcanzar la victoria.
- Lo hago por mis camaradas,
[cdb]por el Imperio y por un futuro mejor.
- ¿Y por tu difunto padre?
- ¿Por qué dices eso?
- El padre que admiraba, el que sirvió como un pilar
[cdb]del Imperio, murió hace mucho tiempo.
- El hombre con el que luchamos en Fuerte Merceus
[cdb]no era más que un traidor descarriado.
- A estas alturas...
- Atiende, Ferdinand.
- Si no deseas darme la razón, solo tienes que decirme
[cdb]que me equivoco.
- Como se suele decir:
[cdb]quien protesta en demasía, admite la verdad.
- Esa no era mi intención.
- Mas no puedo negar que parte de mí piensa
[cdb]de ese modo.
- Has cambiado. Bueno, no.
Tu verdadero yo no ha cambiado en absoluto.
- Sigues siendo igual de terco que siempre,
[cdb]pero ahora tu personalidad resulta más flexible.
- Y tú nunca cambiarás. Sigues siendo el mismo Hubert
[cdb]que conocía cuando era un joven ignorante.
- Desde entonces, has avanzado infaliblemente
[cdb]por este camino de mano de Edelgard.
- Mas ahora todos seguimos la misma senda,
[cdb]y vosotros dos sois la vanguardia.
- Si tienes algo que decir,
[cdb]déjate de lisonjas y habla claro.
- Muy bien. Quiero unirme a vosotros en el frente
[cdb]para que nuestra Emperatriz tenga súbditos leales
[cdb]a su diestra y su siniestra.
- Seremos Hubert y Ferdinand,
[cdb]las joyas gemelas del Imperio.
- ¿Las joyas gemelas... del Imperio? ¡Ja, ja, ja!
- Ja, ja, ja. Eh... ¿Acaso fue tan cómico?