- Mmm, aquí pasa algo raro.
Espero que no se estén metiendo en líos...
- ¡Vaya, pero si es la pequeña Hilda!
¿Por qué pones esa cara tan triste?
- ¡Ah, Baltie!
- Si Holst se enterase de que tienes pinta
[cdb]de estar deprimida, vendría volando antes
[cdb]de que pudieses decir «lapa».
- Pero no seré yo quien se lo diga.
- ¡Más te vale! Últimamente se está comportando
[cdb]de una forma... extraña.
- Empiezo a preocuparme por él.
¿Sabes qué le pasa, Baltie?
- ¿Yo? No. ¿Por qué debería saberlo?
- Bueno, los dos habéis pasado mucho tiempo juntos
[cdb]últimamente.
- ¡Espera! ¡No me digas que has estado corrompiéndolo
[cdb]con tus costumbres de granuja!
- Si descubro que esto que le está pasando
[cdb]es culpa tuya, te juro que...
- Eh, tranquila. Te equivocas de persona.
- Además, aunque estuviese intentando corromperlo
[cdb]con mis «costumbres de granuja», que no es cierto,
¿qué pasaría con eso?
- No creerás que tu hermano podría dejarse influenciar
[cdb]tan fácilmente, ¿no?
- Tienes razón.
Mi hermano odia todo lo que no es honorable y justo.
- Es cierto. No hay nadie mejor a la hora de llevar
[cdb]a la gente por el buen camino.
- Sí, y si alguien intentase corromperlo, le daría
[cdb]una buena tunda y después le sermonearía
[cdb]durante horas.
- Y si por alguna casualidad hubiese sucumbido,
¿lo odiarías?
- Claro que no. Es mi hermano y siempre lo querré,
[cdb]pase lo que pase. Pero tampoco tengo nada de qué
[cdb]preocuparme, es básicamente incorruptible.
- ¡Oh, mi querida hermana!
¿De verdad piensas eso de mí?
- ¡Ah! ¡¿Holst?! ¿Cuándo has llegado?
- Yo también te quiero, Hilda.
Ven a darle un gran abrazo a tu hermano.
- ¡Baltie! ¿Cómo has podido hacerme esto?
- Espera, Hilda, puedo explicarlo.
Todo esto tiene un buen motivo.
En serio, un motivo buenísimo.
- ¡Me tendiste una trampa! ¡Lo ha oído todo!
- Mira, Holst me dijo que estaba
[cdb]muy preocupado por ti.
- Solo quería que el pobre oyese
[cdb]lo que tenías que decir, eso es todo.
- Ahora sabe cómo te sientes, así que ya no tiene
[cdb]de qué preocuparse. Bien está lo que bien acaba, ¿no?
- ¡Te estaré eternamente agradecido, amigo mío!
¡Me has mostrado los verdaderos sentimientos
[cdb]de mi adorada hermana!
- ¿Por qué estáis tan contentos?
¡Jamás había estado tan avergonzada!
- Lo siento, Hilda.
Fui yo quien convenció a Balthus para hacer esto.
- Por favor, perdona a este pobre necio.
Dirige todo tu odio hacia mí, ¡junto con tu amor!
- No tienes remedio.
- Tonterías, Hilda. Tú... eres mi remedio.
- Ufff...
- ¿Pero qué sentido tiene eso? ¡Uf!
Vale, haz lo que quieras,
[cdb]pero no me metas por medio.
- Con esos dos uno nunca se aburre.